Los criados del vampiro
Lugar: Florencia, via S. Niccoló
Cada Navidad, en mi infancia, recibía puntualmente mis regalos de reyes. Durante unos cuantos años, estuve plenamente convencida de que eran Melchor, Gaspar y Baltasar los que depositaban los paquetes en el sofá del salón, frente a la chimenea. Pero después, llegó la extrañeza. Descubrí, un 28 de diciembre, después de haber pasado la varicela, que eran mis padres los encargados de comprarlo todo. Ellos sabían qué juguetes tenían que adquirir porque, sencillamente, tenían mi carta con las peticiones pero, ¿y los dulces? Durante años y años, asistí con asombro a un despliegue de lacasitos, kinder, conguitos y caramelos varios. ¿Cómo podían saber mis padres qué chucherías desea comer un niño? ¿Cómo unos adultos, inmersos en el mundo de las cervezas, la carne roja y el vino tinto, podían distinguir entre la gelatina y el pica pica? Me los imagino ahora, en la tienda, sometidos al desconcierto de la aparición de gusanos de gominola y a la extrañeza del fin de los cigarrillos de chocolate. Este recuerdo me trae a la mente una película que vi hace tiempo en la que discutían sobre Drácula de Bram Stoker. El protagonista, comentaba con indignación que el conde no tenía criados. Y eso es particularmente terrible en la escena en que sirve de comer al abogado Jonathan Harker porque, ¿cómo podía recordar un vampiro, que lleva más de 400 años sin probar la comida ni la bebida, dónde comprar el pan, cómo poner la mesa?
1 comentario
Microalgo -
¿Y por qué los fantas mas que atraviesan paredes no se hunden en el suelo? O como decía Ambrose Bierce: ¿Por qué van vestidos? ¿El algodón también tiene su ultratumba pria?