La llama que no cesa
Lugar: Lisboa, Rua Aurea
Lo primero que valoré de Miguel Hernández es la historia del pequeño pastorcillo que, sólo leyendo, se convierte en poeta universal. Era un argumento para leer y no hacer los deberes. Al cabo de mucho tiempo, andaba buscando un poema para leer en público en una concentración de características quijotescas contra un decreto maligno. No entiendo mucho de poesía y alguien me recomendó uno llamado "Viento del Pueblo", que imprimí rápidamente y doblé en el bolsillo, poco antes de la concentración. Al leerla, creía que nada en el mundo podía pararnos hasta vencer a nuestro enemigo. Casi cincuenta años después de ser leída en unas trincheras, sentía ser el buey soñando con volver a convertirse en león. En vida, Miguel Hernández creyó ser un mediocre advenedizo aspirando a ser un gran poeta. Hoy, agradezco su rayo que no cesa a este gran poeta, pese a ser yo un mediocre y advenedizo lector de poesía. Ayer, hizo cien años que vino a dar algo de luz a este mundo de yuntas.
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dolo -
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