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I am arte

El Refugio

El Refugio

Lugar: Lisboa, Rua da Rosa.

Los Niños llegaron al séptimo día, todos juntos, se habían ido esperando los unos a los otros durante todo el camino. Algunos tenían la ropa sucia o desgarrada - son esos, siempre, los percances que se tienen en el Bosque - pero sonreían. El arrebol de sus mejillas, a causa del esfuerzo, les daba aspecto saludable. Una Niña de rizos pelirrojos, con la nariz salpicada de pecas, parecía encargada de los más pequeños, que se arremolinaban a su alrededor. Cuando los trajeron ante mí, ninguno mostraba temor.

Uno a uno, se fueron acercando. Todos conocían las Palabras, a todos les fui ofreciendo un lugar en el que refugiarse. Uno de ellos, delgado, sonriente, de pelo radiante y gesto firme, fue interrumpido por la Dama, mi mano derecha, cuando empezó a recitar las Palabras. Este niño, Maestra, huele a sangre. Tiene que irse. Los demás, comenzaron a revolverse, inquietos, pero no pusieron ningún impedimento. Abrimos las puertas y el Niño se marchó sin mirar atrás.

La llama que no cesa

La llama que no cesa

  Lugar: Lisboa, Rua Aurea

  Lo primero que valoré de Miguel Hernández es la historia del pequeño pastorcillo que, sólo leyendo, se convierte en poeta universal. Era un argumento para leer y no hacer los deberes. Al cabo de mucho tiempo, andaba buscando un poema para leer en público en una concentración de características quijotescas contra un decreto maligno. No entiendo mucho de poesía y alguien me recomendó uno llamado "Viento del Pueblo", que imprimí rápidamente y doblé en el bolsillo, poco antes de la concentración. Al leerla, creía que nada en el mundo podía pararnos hasta vencer a nuestro enemigo. Casi cincuenta años después de ser leída en unas trincheras, sentía ser el buey soñando con volver a convertirse en león. En vida, Miguel Hernández creyó ser un mediocre advenedizo aspirando a ser un gran poeta. Hoy, agradezco su rayo que no cesa a este gran poeta, pese a ser yo un mediocre y advenedizo lector de poesía. Ayer, hizo cien años que vino a dar algo de luz a este mundo de yuntas.

Sombras

Sombras

Lugar: Granada, calle San Gregorio.

El Rey de las Sombras vivía en el piso de al lado. Cuando era pequeña, mi madre me lo explicó, muy despacio, y a mí no me pareció en absoluto sorprendente. Todos lo sabíamos, pero, aún así, algunos días nos extrañábamos por el olor a tierra mojada que salía por su ventana incluso en los días de sol, y por las voces graves de los que lo visitaban.

Nosotros nunca pudimos hacerlo, porque no nos abría la puerta. Mi padre decía que debías tener sombras en alguna parte para poder hacerlo. No llegué a entender a qué se refería cuando decía "en alguna parte". Lo cierto y verdad es que ni siquiera llegamos a verle en persona y, sin embargo,  no dudamos nunca de que vivía allí. Era imposible dudarlo.

Fairytale

Fairytale

Lugar:Granada, Carrera del Darro

...recuerda, además, que una vez que cruces esa puerta, desaparecerá. De ninguna manera podrás volver a salir por ella. Para que puedas orientarte, te entregaré esta brújula. Debes seguirla siempre, siempre, por absurdo que te parezca el camino que te indica. A veces tendrás la sensación de que cambias totalmente de dirección. Eso es porque no hay un solo camino para llegar, ni siquiera esta es la única puerta de entrada, sino sólo una más. Puede que, incluso, allá dentro haya otros como tú.

Desconfía de las alas blancas, de cualquiera que tenga plumas blancas. Debes evitar a las palomas, a las gaviotas, incluso a los ángeles. Sobre todo a los ángeles. No pierdas esta cajita, llévala siempre contigo. Pero no la abras a no ser... a no ser que se dirija a tí alguna criatura cuyos ojos tengan un destello dorado. Ábrela en ese momento, porque estáras ante Ella. Sólo abrir esta caja podrá salvarte la vida.

Te entregaré además un tercer regalo - siempre son tres, ¿verdad? - que te servirá para hacerte invisible en momentos de necesidad. Mírate en este espejo y desaparecerás, pero no abuses de su poder, o podrías convertirte en una sombra como las que moran cerca del agua. Sin embargo, lo más terrible a lo que vas a enfrentarte no son esas sombras, ni siquiera es Ella. Lo peor será cuando veas a James. Eso será duro, porque precisamente quieres cruzar la puerta para salvarle a él. No obstante....

 

 

Fly me to the moon

Fly me to the moon

  Lugar: Berlín, Mariannen Strasse

Wilbur y Orville Wright eran hermanos y tenían un taller de bicicletas en Carolina del Norte. Juntos emprendieron el proyecto de ingeniar la primera máquina voladora. Perdieron muchas horas tallando en madera decenas de perfiles aerodinámicos que ponían a prueba atornillándolos en una bicicleta en la que se montaban a toda velocidad cuesta abajo, a falta de un túnel aerodinámico. Para dar con el modelo a escala real construyeron sucesivos modelos en madera de abeto y fresno que se llevaban a la playa e intentaban hacer volar desde una duna como si se tratase de un ala - delta. La mayor parte de las veces se caía hacia el suelo como si fuese un piano. Mucho tuvieron que andar hasta hacer un chisme dotado con un motor de coche de 12 caballos y en el que había que ir tumbado boca abajo. Fue Orville, el del bigote, el que lo hizo volar 36 metros durante 12 segundos, en lo que se considera el primer vuelo tripulado de una máquina más pesada que el aire. Fuel 17 de Diciembre de 1903, y apenas 66 años después, Neil Armstrong pisaba la luna, hace hoy, exactamente, 40 años.

Qué suerte

Qué suerte

Lugar: Granada, Calle San Matías

 Sólo es un número en medio de todos los demás, los del pasado y los que restan del futuro. A algunos le parece muy alto, y a nosotros nos empieza a dar el vértigo de mirar atrás en un camino que ya es largo. Pero queremos más, hasta donde sea, hasta cuando sea. En ese número han quedado las inseguridades iniciales, las separaciones forzosas, las diferencias que pulir y ahora solo queda amor, el de todos y cada uno de los días, que no cesa, que se empecina a no desgastarse ni por todo el oleaje constante de las horas.

 Hoy, hace 13 años, mi vida, nuestra vida, empezó.

La paz del reino

La paz del reino

Lugar: Lisboa, Rua da Alegría.

Fue mucho después cuando tuvimos que arar la tierra, cuando tuvimos que marcharnos del castillo y comenzar una vida nueva, tan diferente a la anterior, que algunos incluso nos cambiamos de nombre. Sin embargo, aún recuerdo cuando estrené la armadura, que habían fabricado especialmente para mí en la forja del rey. Era el más joven y, con el tiempo, llegué a ser el más diestro. Gané tantas justas que prontó olvidé su número, fui a la guerra, encontré reliquias sagradas. Servir al rey era mi única ambición, le dediqué mi vida.

Cuando nos despedimos unos de otros, nadie me reprochó que las justas hubieran terminado, nadie me culpó del óxido que había terminado por cubrir nuestras armaduras. Fue duro decir adiós a todos mis compañeros de armas, pero estábamos acabados, cansados. Habíamos sido jóvenes y fuertes durante tantos años... más de la cuenta, supongo. Aún podríamos serlo, si no hubiese sido por mí. Sin embargo, no me culparon. Se marcharon, como yo, a buscar un nuevo comienzo. Normalmente, tampoco yo me reprocho nada... pero, a veces, me arrepiento tanto de haber matado al dragón...

But that was when I ruled the world

But that was when I ruled the world

Lugar: Huelva, IES La Orden

En aquellos días,. las calles nunca estaban mojadas ni los bares cerrados y siempre había alguien que me acompañaba a casa. Cuando yo me levantaba, todos me imitaban y esperaban mis palabras, como si yo fuera la clave de todos los misterios. En esos años, podía dar una fiesta, porque sabía que todos acudirían, que buscarían su mejor camisa y se pondrían su mejor perfume, que nadie querría perdérsela. Escribía relatos que no tenían argumento, pero no me importaba, porque todos deseaban leerlos y escucharme recitar. Dormía poco y tenía siempre aspecto cansado, pero, para todos ellos, yo seguía siendo la más hermosa, la que brillaba en la noche y soñaba por el día. Eran los tiempos de la luz cálida, y también de la oscuridad aterciopelada, los tiempos en los que no mirábamos atrás ni podíamos imaginar que la vida no era infinita. Éramos los mejores, los más bellos. Éramos dioses.

I used to rule the world
Seas would rise when I gave the word
Now in the morning I sweep alone
Sweep the streets I used to own
I used to roll the dice
Feel the fear in my enemy’s eyes
Listen as the crowd would sing:
"Now the old king is dead! Long live the king!"

(Viva La Vida, Coldplay)

 

Desesperación o Edgar Allan Poe

Desesperación o Edgar Allan Poe

Lugar: Lisboa, Rua de Sao Miguel

Autor: Jef Aerosol

A estas alturas de mi vida tengo serias dificultades para explicar lo que Edgar Allan Poe y su obra me han dado.  Y eso no es sólo es por lo anónimo e insignificante que uno se puede sentir cuando canta las alabanzas a lo que ya antes han descubierto y cantado cientos de generaciones y personas más ilustres.  También porque es difícil hacer justicia a la hora de escoger de entre cientos de momentos en mi pasado en que Edgar Allan Poe ha tenido algo que ver.

Un día quise saber qué era leer algo sobre el terror y decidí acudir directamente a la fuente. Fui a la ya inexistente librería Urbano y me compré los cuentos completos de Edgar Allan Poe en Alianza Editorial, con traducción de Julio Cortázar. Me asusté, sí, pero leía una y otra vez esos cuentos deseando ir allí donde acontecían. Me dormía muchas noches imaginando que estaba en las profundidades de un bosque en una noche de luna llena, o en un cementerio en lo alto de una colina o en la habitación más recóndita y olvidada de una mansión a punto de hundirse en un cenagal rezumante de los cadáveres momificados de antiguos ancestros. Y yo quería estar allí, deseaba con todas mis fuerzas ir y vivir en el mundo visto por Poe, porque todo aquello era bello. Ni mi vida ni yo lo eran, pero todo aquello sí, él me lo enseñó.  Hoy sigue colgado en mi cuarto un retrato suyo. Salvo, quizás, en Baltimore, no es muy usual encontrar pósters de Allan Poe y cuando quise uno, lo único que encontré fue una pequeña foto en una revista. Cambié la escala y no paré hasta conseguir a lápiz su mirada triste y torturada.  A veces imagino que Edgar Allan Poe vuelve del pasado y por un capricho de la fortuna viene a parar a mi lado, y tengo que explicarle lo que es la tele, la luz eléctrica, un móvil y todas las manifestaciones culturales actuales. Vamos al cine y vemos una película de terror mala, con todos sus efectos especiales digitalizados y él se aterroriza al punto de la locura dando por cierto todo aquello, pero soy yo el que se deja llevar por él y arrastrarme a una espiral de redescubrimiento ingenuo y apasionado del mundo, por el que nos lanzamos a viajar sin que haya límites de distancia ni dinero. Hace poco le conté a mi sobrino de 4 años “La máscara de la muerte roja”. Cuando ésta paseaba arrogante su disfraz manchado de sangre ante los ojos atónitos de los invitados del príncipe Próspero, mi sobrino se tapó el rostro con las manos y, al terminar el relato, dijo que era un cuento triste y que, si él fuese la muerte roja, también habría matado a todo el mundo.

Por todo ello y más, un día como hoy, debería estar listo para cumplir con la mayor talla posible. Pero no es así. Hoy debería tener la mejor plantilla para dar el mejor tributo a uno de mis héroes de juventud, pero no es así. De toda nuestra colección de plantillas, que se va engrosando cada vez más, sólo una hace una alusión directa a Poe, pero ya la usé el 21 de Diciembre de 2007 en un post titulado “La Resaca”.  No es sólo por esa regla interna no escrita que prohíbe usar dos veces una plantilla, sino por la muy amarga insatisfacción que me dejaría dejar en un mensaje como este una plantilla de segunda mano. He buscado y revisado cada una de las fotos digitales y me he empezado a poner nervioso cuando no he encontrado nada que haga justicia a la importancia que le quiero dar a esta entrada. Y me he acordado de una plantilla que sería perfecta, la de un corazón con detalles muy realistas, rojo y con venas, que vi en algún lugar de Granada.  Pero no tenía la cámara encima y me fui de allí sin fotografiarla. Y me he visto, un día como hoy, que no tengo la imagen perfecta. Yo debería haber sido más cuidadoso, más atento. Ha sido como fallarle a un buen amigo, después de todo lo andado.  Aquí dentro, en algún lugar de mi pecho algo se ha enganchado, espinoso. Desesperación, según Neil Gaiman, es flácida e implacable con sus elegidos cuando les hiere con un garfio anillado en su dedo. Y hoy la he sentido al no encontrar una plantilla para Edgar Allan Poe. He pensado que si no he estado preparado para este momento quizás he dejado caer ya algo bueno de mi juventud. No me restaba otra cosa que escribir algo bonito por él. Y me he visto a mí mismo, desesperado por no dar un homenaje suficiente a Edgar Allan Poe y creo que eso es hermoso.  Siempre he tendido a la melancolía, a ser atraído por lo oscuro y grotesco, a lo marginado. Y es ahí, cuando va más allá de la afinidad estética y penetra en el carácter, cuando se siente la inmensa fortuna de ser un espíritu tocado por el arte. Por eso, creo que hoy puedo cumplir sincera pero suficientemente con un homenaje al escultor de la podredumbre, al amante de cuervos, de la vigilia por el amor muerto, al artista de la noche y de la calma, a ti, que algún día me enseñaste, cuán humana y bella puede ser mi más honesta y sentida Desesperación.

Hoy Edgar Allan Poe cumpliría 200 años.

White Christmas

White Christmas

Lugar: Granada, Calle Conde de Tendillas

Ya llega el tiempo de las castañas, de las calles abarrotadas y de los niños con gorros de lana. Ya viene el frío, vienen los días luminosos en los que sol no te calienta, en los que la cara se te corta. Llega el tiempo de las reuniones, de las comidas de familia, de los secretos. Ya se acercan las cenas, las fiestas, el reencuentro con los que te besan en las mejillas, la vuelta a la ciudad que no te ama. Es el momento de los regalos, de las canciones, de las mentiras piadosas, de las vacaciones y los dulces.

Aquí está, por fin, el tiempo de los recuerdos, de lo que perdimos y también de lo que no tuvimos, el tiempo de las luces de colores y de los días que pasan sin sobresaltos. Todo eso me está esperando. Y yo corro a su encuentro.

 

"And once again, youll pretend to know me well, my friends
And once again, Ill pretend to know the way......

I walk alone, I walk alone to find the way home
I´m on my own, I´m on my own to see the ways
That I can´t help the days, you will make it home o.k...." (We only come out at night, Smashing Pumpkins)

 

Una luna para Nick

Una luna para Nick

Lugar: París, Rue Mouffetard Autor: Jef Aerosol

And now we rise
And we are everywhere
And now we rise from the ground
And see she flies
And she is everywhere
See she flies all around

(Fragmento de "From the Morning")

Hoy, hace 34 años murió Nick Drake a la edad de 26 años. Cantante y poeta, para la noche, para la lluvia, para llorar y, sobre todo, para vivir.

Gracias al hormigo (http://www.lalunarosa.com) por sus aportaciones. Este post es, de hecho y por derecho, prácticamente suyo.

Quinto curso en Torres de Malory

Quinto curso en Torres de Malory

Lugar: Granada, Calle Trinidad

Otra vez el comienzo. A veces, cuando llega el uno de enero, cuando llega el uno de septiembre, me pregunto cuántos comienzos puede soportar un ser humano. También me asombra ver que, para algunos, el año sigue empezando en septiembre. Y esto me gusta, es un vínculo con lo que fuimos, con aquellos niños que,con la lista de material escolar en la mano, acudían a la papelería. Nada hay más prometedor que un cuaderno nuevo. Aún hoy, no podemos evitar comprar cuadernos que no nos atrevemos a estrenar, porque nada hay más hermoso que lo que no llegamos a escribir, lo que no nos atrevemos a estropear.A mí aún me dura, incluso, la manía de comprar gomas de borrar.

Después se forraban los libros, que todos los años olían igual. Hojear los libros en septiembre era un viaje a todo lo que no sabías, a lo que te era absolutamente extraño. Aquellos números grandes con otros más pequeñitos encima, los tubos de colores que recorrían el cuerpo humano por dentro, los paréntesis con filas y columnas de números. Después todo adquiría su verdadero nombre, su sentido, y, entonces, era imposible volver a esa sensación de extrañeza y desconocimiento. Una sensación más que se había perdido irremediablemente.

Ya nos estamos preparando para nuestro quinto curso, desde el otro lado. De ahí el título del post. Eso sí, este será sin dormitorios comunes, sin termos de té y lejos del acantilado.

 

 

Cerrado por vacaciones

Cerrado por vacaciones

Lugar: Granada, Calle Manuel Ángeles Ortiz.

Crecer no es sólo ser capaz de dormir en una habitación dónde hay otra persona, no es sólo aprender a usar un cortauñas ni tampoco consiste solamente en volver al Don Bocata, diez años después, y no pedir que a tu bocadillo le quiten el tomate. Es cambiar los veranos. Recordamos ahora todos esos estíos interminables, aquellos larguísimos meses calurosos en los que cada día era igual al anterior, en los que nunca pasaba nada, pero en los que una mañana tras otra nos levantábamos con la confusa sensación de que aquel día sí que iba a ocurrir por fin algo maravilloso. Recuerdo que yo era la primera en marcharme, al principio al campo, y más adelante, a viajar con mis padres. Era hermoso marcharse a que te echasen de menos. Después, yo era también la primera que volvía, y por eso no me esperaba nadie. Ahora los veranos se acortan vertiginosamente, apenas dos meses, y eso para los más afortunados. En esos dos meses tienen que caber viajes, proyectos, descanso... sólo al planificar el verano tienes ya la sensación de que se está terminando, aunque apenas acabe de comenzar. Se pasa siempre igual de rápido. Ahora que hemos perdido junio y septiembre, ahora que ya no sabemos echar de menos a nadie ni que nadie nos eche de menos, nos hemos vuelto de verdad adultos.

Al otro lado

Al otro lado

Lugar: Lisboa, Mirador de Santa Catalina.

Esa mañana, la niebla espesa rodeaba el monte Conquero como un cinturón. Al salir del trabajo, todavía temprano, empezó a caminar despacio y, como el que no sabe qué le espera detrás de una cortina, atravesó la niebla. En apenas cincuenta metros, estaba al otro lado. Mientras hacía el camino hacia su casa, iba pensando que, tal vez, había cruzado una frontera. Aquel lugar, que se parecía asombrosamente al sitio del que venía, era, sin embargo, diferente. Al principio, meditaba, no se daría cuenta pero, quizá un día, viendo la televisión, descubriría que los Beatles siempre habían sido tres, o que la Copa de Europa, en el año 92, la ganó la Sampdoria. Otro día, percibiría nuevas diferencias, quizá ridículas, pero que le harían sospechar más y más que no se encontraba en la misma realidad. Las libélulas, por ejemplo, tendrían seis alas y, el agua, no alcanzaría su punto de ebullición a los cien grados, sino a los noventa y cuatro. Esperanzada, se imaginaba que, de alguna manera, aquella otra realidad era un poquito mejor, que en su agenda habría nombres desaparecidos, personas que, para su alegría, no habrían estado nunca en su pasado.

Media hora después de atravesar la niebla, llegó a su casa. Abrió la puerta y entró en el salón. En la ventana, se había posado una libélula. No quiso acercarse, tenía miedo de que fuera una libélula corriente, con cuatro alas.

Kiko (y 2)

Kiko (y 2)

Lugar: Lisboa, Rua de Santa Justa

 

Kiko devoraba el afecto. A veces nos divertíamos fingiendo, entre exageradas carantoñas, que teníamos un adorable bichito entre las cuencas de las manos. Comenzaba a sollozar y no se quedaba tranquilo hasta que metía el hocico entre nuestras manos y comprobaba que no había nada, o se lo comía en caso de haberlo. Cada Nochebuena, cuando todos estábamos un piso más abajo, en la casa de la abuela, él tenía que quedarse en la nuestra a oscuras. Era su penitencia tras una carrera delictiva de meadas de la que intentábamos preservar a las pertenencias de la abuela. Los llantos con los que se desgañitaba nos decían la importancia que le daba a participar en aquellas reuniones familiares. Además, tenía perfectamente localizadas a las personas que le podían dar mimo y, para él, las manos de mi abuela significaban algún dulce, mientras que mi hermana era una lluvia constante de carantoñas y comida segura servida de su propio plato. Mi madre y yo éramos quienes lo sacaban a pasear. No hubo vez que sacase la correa y no se pusiese a saltar y corretear con la ilusión del primer día en que fue consciente de que eso significaba salir un cuarto de hora a la calle, pese a que podía irse durante días a vagabundear cuando quisiera. Porque en ningún otro momento, ni en ningún otro sitio que no fuese el solar de al lado, podía compartir conmigo el circo de personajes en torno a lo de sacar al perro: por la mañana, antes del colegio, la aparición entre la niebla de la figura cadavérica de don Alfonso, el profesor de sociales, por las tardes su amigo Boby, cuyo dueño solía mentarle la madre desde el fondo de la calle; o Pipo y la mujer con voz de taberna, “majarona”, a juicio del dueño de Boby; o el pequeño y peludo que carecía de nombre y la anciana que insistía en regalármelo siempre que me la encontraba, durante todos los años.  Kiko me aguantó muchas cosas, y yo a él, por supuesto. Me pilló muy niño y muy hideputa algunas veces, pero tarde o temprano saldaba su cuenta con alguno de sus virtuosos mordiscos, que dejaban dormida la mano durante una hora. Con todo, nunca fallaba en el juego y siempre estaba dispuesto a revolcarse por la alfombra, aunque yo tuviese demasiados años para ello y él los pulmones encharcados. Los huesos de Kiko se enredan desde hace tiempo entre las raíces de un abeto y, pese a lo llovido, aún hoy se me escapa llamarlo cada vez que corto cortezas de queso.

 

Kiko (1)

Kiko (1)

Lugar: Granada, calle Mulhacén

Kiko le debía su nombre a mi abuela. Su madre ya vivía con nosotros desde hacía bastantes años cuando alguien se dejó la puerta abierta de la casa de campo y por la noche un vagabundo hizo un alto en su camino para dejar algo de su progenie. Kiko fue el único en sobrevivir al parto. Tiempo después, habíamos de hacer todos la broma de que había ahogado con sus meadas a todos sus hermanos compañeros de útero. Y bien le valió la hazaña, porque, como hijo único, se mamó todos los nutrientes y creció fuerte y atlético. Kiko pudo haber sido un dócil perro doméstico, pero optó durante toda su vida por aceptar con saña y agrado la llamada de su sangre de hijo de perra redomado. Una mañana lluviosa nos probó a todos su paso a la adultez haciendo maravillas en un gallinero que teníamos en la misma casa de campo donde fue concebido. Pero su verdadera insignia, la que fue marca indiscutible de su égida, no estaba hecha con sangre, sino con su propia orina. No hubo hijo de Dios en nuestra casa que no se encontrase entre sus pertenencias (más o menos íntimas) ese particular olor que avisaba al afortunado que Kiko había estado allí. No se libró ni el inglés que convivió con nosotros durante una semana. Su maestría al respecto se hacía patente, sobre todo, cuando la mancha amarilla aparecía sólo en el lado de la almohada donde el pater familia apoyaba la cabeza. Claro que más de una vez tuvo que poner tierra por medio. Le bastaba una puerta abierta durante unos segundos o, si no, tampoco importaba. Nos dejó bien claro que trepar una verja de más de metro y medio y saltar al otro lado no era para él ningún secreto. Lo hacía sin ningún dolor por su parte, que sí por la nuestra, porque todas las veces que se escapó no pudimos evitar la desazón al pensar que quizás no volveríamos a verle. Pero siempre volvía. Y lo hacía como un puto rey, sin importar la infinidad de garrapatas que trajese consigo, las nuevas cicatrices o la sangre reseca. Volvía más sabio, menos virgen y más fuerte que nunca. Y todos lo acogíamos lavándolo y dándole platos de comida que devoraba como no he visto a nadie hacer nunca. Pero no nos engañemos, Kiko no se escapó muchas veces, porque, al fin y al cabo, amaba su casa por encima de todo.

Granada de mano

Granada de mano

Lugar: Jerez de la Frontera, Plaza del Mercado

Si veinte años no es nada, veinticinco es casi nada, pero te parece muchísimo tiempo. Todos esos años viviendo en la misma ciudad, se hacen largos. De Granada podrías recordar su infinitos veranos, su primavera que se va cuando casi no ha llegado. Dicen que la bandera de Granada es roja como el sol sobre las piedras de la Alhambra, verde como el bosque que la rodea. Pero la ciudad es amarilla, ocre, como las hojas de los árboles que caen en otoño, como las paredes de la biblioteca donde empezó tu vida. Hubo un tiempo en que todo lo que podía pasar, pasaba allí, un tiempo en que sus fronteras eran el fin del universo. Es la ciudad a la que volver siempre es extraño, aunque te acabes de ir, donde nunca te espera lo que imaginas. Es la urbe que no te ama, que no te desea, que te ha olvidado aunque tú sigas pensando en ella. Ya no sabe quien eres. A veces, en Granada, tampoco tú sabes quien eres, y la ciudad te ofrece la imagen de las cosas que no han resultado como tenían que ser. Allí es donde te reciben, donde tus amigos te dan un beso en cada mejilla, donde nunca los encuentros son como los imaginabas. Pero en Granada están los sueños que un día tuviste, los que te alimentaron. Están los paseos por el jardín botánico, están las frías noches de invierno en la calle paseando con él, flotando. Está ese cuarto recubierto de madera que siempre huele como debe oler el hogar y tu plato favorito que te espera sobre un mantel con curvas de colores. Algunos de los que amaste, de los que creíste que te amarían siempre, siguen allí, aunque nunca te cruces con ellos. Allí sigue el recuerdo de cómo encontraste a los que siempre te querrán. De Granada podrías decir que te has inmunizado a su belleza. Podrías, incluso, decir que es tu ciudad.

I walked the avenue till my legs felt like stone
I heard the voices of friends vanished and gone
At night I could hear the blood in my veins
Black and whispering as the rain
On the streets of .......

Aint no angel gonna greet me
Its just you and I my friend
My clothes dont fit me no more
I walked a thousand miles
Just to slip the skin......

I can feel myself fading away
So receive me brother with your faithless kiss
Or will we leave each other alone like this
On the streets of.......

(Bruce Springteen, Streets of Philadelphia)

Los confines del reino

Los confines del reino

Lugar: Huelva, Pasaje Manuel Machado

Podría decirse de esta ciudad, como del planeta Tatooine, que, si existe un verdadero centro del universo, entonces este es el rincón más apartado de él. Podría contaros que la bandera de Huelva es blanca y azul, pero que, en realidad, Huelva es roja y verde. Verde como los pinos y los eucaliptos, como el agua de la ría que se ve bajo el muelle. Roja como la sangre de los mineros. Podría afirmar que, la mayoría de los días, huele a celulosa, a azufre, a miedo. Y decir, sin embargo, que el Polo Químico por la noche, con sus luces húmedas, es de una belleza incomparable, es la sombra de lo que iba a ser el futuro, de las ciudades autosuficientes donde los coches volarían. Que lo recubre esa pátina de decadencia que corroe todos los sueños futuristas una vez que ha pasado su tiempo. Podría decir, también, que la naturaleza nos invade, que la hierba crece en los rincones más insospechados, que aquí sí que hay arena de playa debajo de los adoquines. Os podría contar que aquí es donde mi pelo nunca se queda liso, donde parezco un peluche, donde a veces me creo que respiro agua. Podría comentar, tal vez de pasada, que la niebla lo cubre todo algunas mañanas, se mezcla con la contaminación y hace que temas respirar. Podría llegar a maldecir esta ciudad, como maldecimos siempre al final todas las ciudades, pero no olvidaré jamás, que aquí, algunos días, me despierta la sirena de un barco. Podría decir, incluso, que esta es mi ciudad.

Y los úlitmos seres humanos partieron hacia el espacio....

Y los úlitmos seres humanos partieron hacia el espacio....

 Lugar: Granada, calle Conde de Tendillas 

"... Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños."

Ray Bradbury

La resaca

La resaca

     Lugar: Lisboa, Rua da Trinidade

     ...Y cuando despertó, el cuervo aún estaba allí.

    "What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore

     Meant in croaking Nevermore"