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Adiós petróleo cruel

Adiós petróleo cruel

Lugar: Lisboa, Rua Nova da Trinidade

Más valdría volarse la tapa de los sesos con el plomo tradicional, teniendo en cuenta lo cara que está la gasolina. En 2004 el barril de Brent iba por los 52 dólares, en 2006 por los 78,64 hasta el año 2008 de nuestro señor en que, con 137 dólares por lata, se nos vienen a la cabeza las páginas satinadas del libro de historia de COU que nos traía noticias de los aciagos años setenta y sus crisis del petróleo.  Hoy, los colegas emiratos de la OPEP no son los malos (bueno, sólo unos de Irán y Venezuela), sino la desaforada demanda china cuya economía se bebe los barriles como N. M.  las pintas de cerveza.  Pero como entonces, los que los venden se forran y los que pagamos vemos en el 1,2 € por litro de Efitec 95 a la mamaíta del rey Abdullah, de Obiang o de Chávez, entre otros.  Hoy les dejamos la huelga a los transportistas. Que la lluvia le caiga al siguiente eslabón de la cadena.  Al consumidor final de a pie, a mamá, papá, hijito, hijita, abuela y perro, eso de manifestarse les parece muy feíto, y, dóciles, siguen pagando los precios que sean y sus hipotecas.  Ésta, nuestra crisis, es la de “¡Cómo ha subido el pan!” en la cabina del ascensor, la del IBEX 35 bajando un 1,35%, la de “Pues J. J. Benítez ha dicho que…” y la de “Con los 26 euros adicionales en la mensualidad de la hipoteca la comunión del niño ya no puede ser de 3.500 euros”. Y se nos arruga el ojete ante la incertidumbre que sólo el gurú de lo económico puede provocar sobre la tribu. Aquí, en casa, quienes pueden decirnos unas cuantas cosas interesantes sobre este tema son los nuevos 71.100 nuevos parados procedentes de la construcción. Pero si de verdad nos ponemos a hablar seriamente sobre crisis económica hay que volver al petróleo, oro negro malvado, caro y contaminante que encuentra un duro rival en el etanol, muy bueno y, dicen, más respetuoso con la madre Tierra.  Pero el etanol se obtiene del maíz, de modo que la comida que adquiere gran valor para algunos países, porque pueden quemarla, es comida cuyo precio aumenta un 30 % para las millones de personas que todavía necesitan comérsela. Si se le une unas muy inoportunas sequías en países como Somalia o Mozambique, haciendo más escasa aún esa comida, la verdadera crisis económica es la de los 290 millones de personas en los países menos avanzados que ven que sus alimentos básicos se hacen prohibitivos ante la presión de la demanda de los países más ricos que, ante el escozor de tener que quemar petróleo caro, se han inventado lo de quemar la comida de los pobres.  Así, mientras se nos aja la gorguera ante la subida del precio de la gasolina, por el sur comprueban cuán chungo es que lo que suba sea el precio de los alimentos. Crisis a la carta, ¿cuál prefieres?

A vista de pájaro

A vista de pájaro

Lugar: Viana do Castelo, Rua Afonso III

Alguna vez he dejado caer en este blog alguna pista sobre el miedo que me da volar. No es un pánico insuperable, desde luego, porque cojo muchos vuelos, pero me incomoda bastante eso de andar por los aires, sobre todo cuando llega el momento del aterrizaje. Lo que más miedo me da es subir a un avión pequeño. Y hoy, viendo Memorias de África, he visto la escena famosa de la avioneta. Nunca la disfruto como es debido. Para empezar, no me subiría en la vida a un trasto tan poco fiable, ni de la mano del mismísimo Robert Redford. Cuando van sobrevolando el lago lleno de flamencos, a mí sólo se me ocurre pensar en qué pasaría si uno se enganchara en la hélice o se estrellase contra la cara de la pobre Meryl Streep. Y qué decir del momento en el que atraviesan las nubes... qué miedo, seguro que las turbulencias son espantosas. Me imagino vomitando en la cabeza del pobre Finch Hatton. Ya lo sé, soy un desastre. Fran, aquí presente, me acusa de ser poco romántica, pero no es cierto. Es que yo habría preferido una cenita.

Gracias a A.L. por la foto.

 

 

6 Jueves 6

6 Jueves 6

Lugar: Granada, Plaza de la Universidad

Los jueves a segunda hora, esto es, a las nueve y cuarto, tengo Refuerzo de Matemáticas. Los alumnos de refuerzo son los que no han cogido francés, o sea, todos los malos. Eso en mi instituto compone una especie de Dream Team de quinquis y torpes. Tengo un ucraniano que no entiende nada de lo que le digo, y eso que lleva aquí casi un año, un brasileño que es vaguísimo y que se limita a fingir que rellena las fichas. Tengo también a una niña que no pesará ni treinta kilos y que grita como si estuviera poseída por el demonio. Además de otro par de vagos y de un niño loco que menos mal que viene poco, tengo a la joya de la corona, un colgao que apuñaló a un tío el año pasado en el centro de Huelva cuya madre almacena drogas en su casa. Una maravilla. El único consuelo que me queda es que faltan seis jueves para que acabe el curso.

Gracias a A.L. y a Patri por mandar la foto.

 

Al otro lado

Al otro lado

Lugar: Lisboa, Mirador de Santa Catalina.

Esa mañana, la niebla espesa rodeaba el monte Conquero como un cinturón. Al salir del trabajo, todavía temprano, empezó a caminar despacio y, como el que no sabe qué le espera detrás de una cortina, atravesó la niebla. En apenas cincuenta metros, estaba al otro lado. Mientras hacía el camino hacia su casa, iba pensando que, tal vez, había cruzado una frontera. Aquel lugar, que se parecía asombrosamente al sitio del que venía, era, sin embargo, diferente. Al principio, meditaba, no se daría cuenta pero, quizá un día, viendo la televisión, descubriría que los Beatles siempre habían sido tres, o que la Copa de Europa, en el año 92, la ganó la Sampdoria. Otro día, percibiría nuevas diferencias, quizá ridículas, pero que le harían sospechar más y más que no se encontraba en la misma realidad. Las libélulas, por ejemplo, tendrían seis alas y, el agua, no alcanzaría su punto de ebullición a los cien grados, sino a los noventa y cuatro. Esperanzada, se imaginaba que, de alguna manera, aquella otra realidad era un poquito mejor, que en su agenda habría nombres desaparecidos, personas que, para su alegría, no habrían estado nunca en su pasado.

Media hora después de atravesar la niebla, llegó a su casa. Abrió la puerta y entró en el salón. En la ventana, se había posado una libélula. No quiso acercarse, tenía miedo de que fuera una libélula corriente, con cuatro alas.

Kiko (y 2)

Kiko (y 2)

Lugar: Lisboa, Rua de Santa Justa

 

Kiko devoraba el afecto. A veces nos divertíamos fingiendo, entre exageradas carantoñas, que teníamos un adorable bichito entre las cuencas de las manos. Comenzaba a sollozar y no se quedaba tranquilo hasta que metía el hocico entre nuestras manos y comprobaba que no había nada, o se lo comía en caso de haberlo. Cada Nochebuena, cuando todos estábamos un piso más abajo, en la casa de la abuela, él tenía que quedarse en la nuestra a oscuras. Era su penitencia tras una carrera delictiva de meadas de la que intentábamos preservar a las pertenencias de la abuela. Los llantos con los que se desgañitaba nos decían la importancia que le daba a participar en aquellas reuniones familiares. Además, tenía perfectamente localizadas a las personas que le podían dar mimo y, para él, las manos de mi abuela significaban algún dulce, mientras que mi hermana era una lluvia constante de carantoñas y comida segura servida de su propio plato. Mi madre y yo éramos quienes lo sacaban a pasear. No hubo vez que sacase la correa y no se pusiese a saltar y corretear con la ilusión del primer día en que fue consciente de que eso significaba salir un cuarto de hora a la calle, pese a que podía irse durante días a vagabundear cuando quisiera. Porque en ningún otro momento, ni en ningún otro sitio que no fuese el solar de al lado, podía compartir conmigo el circo de personajes en torno a lo de sacar al perro: por la mañana, antes del colegio, la aparición entre la niebla de la figura cadavérica de don Alfonso, el profesor de sociales, por las tardes su amigo Boby, cuyo dueño solía mentarle la madre desde el fondo de la calle; o Pipo y la mujer con voz de taberna, “majarona”, a juicio del dueño de Boby; o el pequeño y peludo que carecía de nombre y la anciana que insistía en regalármelo siempre que me la encontraba, durante todos los años.  Kiko me aguantó muchas cosas, y yo a él, por supuesto. Me pilló muy niño y muy hideputa algunas veces, pero tarde o temprano saldaba su cuenta con alguno de sus virtuosos mordiscos, que dejaban dormida la mano durante una hora. Con todo, nunca fallaba en el juego y siempre estaba dispuesto a revolcarse por la alfombra, aunque yo tuviese demasiados años para ello y él los pulmones encharcados. Los huesos de Kiko se enredan desde hace tiempo entre las raíces de un abeto y, pese a lo llovido, aún hoy se me escapa llamarlo cada vez que corto cortezas de queso.

 

Kiko (1)

Kiko (1)

Lugar: Granada, calle Mulhacén

Kiko le debía su nombre a mi abuela. Su madre ya vivía con nosotros desde hacía bastantes años cuando alguien se dejó la puerta abierta de la casa de campo y por la noche un vagabundo hizo un alto en su camino para dejar algo de su progenie. Kiko fue el único en sobrevivir al parto. Tiempo después, habíamos de hacer todos la broma de que había ahogado con sus meadas a todos sus hermanos compañeros de útero. Y bien le valió la hazaña, porque, como hijo único, se mamó todos los nutrientes y creció fuerte y atlético. Kiko pudo haber sido un dócil perro doméstico, pero optó durante toda su vida por aceptar con saña y agrado la llamada de su sangre de hijo de perra redomado. Una mañana lluviosa nos probó a todos su paso a la adultez haciendo maravillas en un gallinero que teníamos en la misma casa de campo donde fue concebido. Pero su verdadera insignia, la que fue marca indiscutible de su égida, no estaba hecha con sangre, sino con su propia orina. No hubo hijo de Dios en nuestra casa que no se encontrase entre sus pertenencias (más o menos íntimas) ese particular olor que avisaba al afortunado que Kiko había estado allí. No se libró ni el inglés que convivió con nosotros durante una semana. Su maestría al respecto se hacía patente, sobre todo, cuando la mancha amarilla aparecía sólo en el lado de la almohada donde el pater familia apoyaba la cabeza. Claro que más de una vez tuvo que poner tierra por medio. Le bastaba una puerta abierta durante unos segundos o, si no, tampoco importaba. Nos dejó bien claro que trepar una verja de más de metro y medio y saltar al otro lado no era para él ningún secreto. Lo hacía sin ningún dolor por su parte, que sí por la nuestra, porque todas las veces que se escapó no pudimos evitar la desazón al pensar que quizás no volveríamos a verle. Pero siempre volvía. Y lo hacía como un puto rey, sin importar la infinidad de garrapatas que trajese consigo, las nuevas cicatrices o la sangre reseca. Volvía más sabio, menos virgen y más fuerte que nunca. Y todos lo acogíamos lavándolo y dándole platos de comida que devoraba como no he visto a nadie hacer nunca. Pero no nos engañemos, Kiko no se escapó muchas veces, porque, al fin y al cabo, amaba su casa por encima de todo.

A veces

A veces

Lugar: Viana do Castelo, Rua Afonso III

A veces quiero las palmaditas en la espalda, quiero ser ese jugador que, tras marcar un gol, recibe una ovación. En ocasiones imagino que, como algunas personas, tengo que apagar el móvil al entrar al cine porque alguien podría llamarme. A veces, me gustaría ser esa chica en cuyo blog siempre aparecen comentarios, ese joven que sale solo porque sabe que, en su bar habitual, estarán sus amigos. Quisiera, algunos días, ser esa mujer por la que se levantan las miradas en la cafetería, ser el que, al decir: "nos vamos", hace que los demás se levanten. Hay momentos en los que me gustaría ser la persona que hace que las fiestas se suspendan cuando no puede ir, la que cuenta anécdotas que siempre son escuchadas. A veces, soñando que soy tú, me digo que quiero seguir siendo yo. Me digo que, quizás, si algún día lanzo una llamada de socorro, alguien me responderá.

Gracias a A.L. por la foto.

Un botón de off

Un botón de off

Lugar: Granada, calle Puentezuelas

Es cierto. La asistencia obligatoria es para estar hartos. Pero la existencia obligatoria es mucho peor. Existir debería ser voluntario. Me gustaría poder desconectarme cuando a mi alrededor la conversación deriva hacia el interminable tema de las reformas del hogar, de los intervalos de sueño de los hijos, del pago fragmentado de las deudas. Poder cerrar, no ya los ojos, sino todas las puertas de entrada, y flotar en un limbo inconsciente fuera de todo. Lejos de la política y sus mercenarios, de una sociedad que sólo espera de mí que tenga a sus hijos encerrados, de una liga de fútbol que mi equipo no va a ganar.

Por eso, aquí y ahora, digo no a la existencia obligatoria. Quiero poder desconectar. Y, un buen día, apagarme sin ruido para siempre.

Happy birthday to you

Happy birthday to you

Lugar: Granada, Paseo de los Tristes

Estuvimos mucho tiempo coleccionando plantillas, inspirados por la cantidad tan grande de éstas que hay en Sevilla y Granada y, un buen día, hace exactamente un año, decidimos abrir un blog para compartirlas con la gente que nos importa. Muchas gracias a los que nos habéis comentado, a los que sabemos que nos leéis aunque nunca dejéis huella, a los que nos habéis dado fotos e ideas. Gracias por animarnos a seguir con el invento.

Para todos los que estáis leyendo esto....

Muchos besos.

Granada de mano

Granada de mano

Lugar: Jerez de la Frontera, Plaza del Mercado

Si veinte años no es nada, veinticinco es casi nada, pero te parece muchísimo tiempo. Todos esos años viviendo en la misma ciudad, se hacen largos. De Granada podrías recordar su infinitos veranos, su primavera que se va cuando casi no ha llegado. Dicen que la bandera de Granada es roja como el sol sobre las piedras de la Alhambra, verde como el bosque que la rodea. Pero la ciudad es amarilla, ocre, como las hojas de los árboles que caen en otoño, como las paredes de la biblioteca donde empezó tu vida. Hubo un tiempo en que todo lo que podía pasar, pasaba allí, un tiempo en que sus fronteras eran el fin del universo. Es la ciudad a la que volver siempre es extraño, aunque te acabes de ir, donde nunca te espera lo que imaginas. Es la urbe que no te ama, que no te desea, que te ha olvidado aunque tú sigas pensando en ella. Ya no sabe quien eres. A veces, en Granada, tampoco tú sabes quien eres, y la ciudad te ofrece la imagen de las cosas que no han resultado como tenían que ser. Allí es donde te reciben, donde tus amigos te dan un beso en cada mejilla, donde nunca los encuentros son como los imaginabas. Pero en Granada están los sueños que un día tuviste, los que te alimentaron. Están los paseos por el jardín botánico, están las frías noches de invierno en la calle paseando con él, flotando. Está ese cuarto recubierto de madera que siempre huele como debe oler el hogar y tu plato favorito que te espera sobre un mantel con curvas de colores. Algunos de los que amaste, de los que creíste que te amarían siempre, siguen allí, aunque nunca te cruces con ellos. Allí sigue el recuerdo de cómo encontraste a los que siempre te querrán. De Granada podrías decir que te has inmunizado a su belleza. Podrías, incluso, decir que es tu ciudad.

I walked the avenue till my legs felt like stone
I heard the voices of friends vanished and gone
At night I could hear the blood in my veins
Black and whispering as the rain
On the streets of .......

Aint no angel gonna greet me
Its just you and I my friend
My clothes dont fit me no more
I walked a thousand miles
Just to slip the skin......

I can feel myself fading away
So receive me brother with your faithless kiss
Or will we leave each other alone like this
On the streets of.......

(Bruce Springteen, Streets of Philadelphia)

Los confines del reino

Los confines del reino

Lugar: Huelva, Pasaje Manuel Machado

Podría decirse de esta ciudad, como del planeta Tatooine, que, si existe un verdadero centro del universo, entonces este es el rincón más apartado de él. Podría contaros que la bandera de Huelva es blanca y azul, pero que, en realidad, Huelva es roja y verde. Verde como los pinos y los eucaliptos, como el agua de la ría que se ve bajo el muelle. Roja como la sangre de los mineros. Podría afirmar que, la mayoría de los días, huele a celulosa, a azufre, a miedo. Y decir, sin embargo, que el Polo Químico por la noche, con sus luces húmedas, es de una belleza incomparable, es la sombra de lo que iba a ser el futuro, de las ciudades autosuficientes donde los coches volarían. Que lo recubre esa pátina de decadencia que corroe todos los sueños futuristas una vez que ha pasado su tiempo. Podría decir, también, que la naturaleza nos invade, que la hierba crece en los rincones más insospechados, que aquí sí que hay arena de playa debajo de los adoquines. Os podría contar que aquí es donde mi pelo nunca se queda liso, donde parezco un peluche, donde a veces me creo que respiro agua. Podría comentar, tal vez de pasada, que la niebla lo cubre todo algunas mañanas, se mezcla con la contaminación y hace que temas respirar. Podría llegar a maldecir esta ciudad, como maldecimos siempre al final todas las ciudades, pero no olvidaré jamás, que aquí, algunos días, me despierta la sirena de un barco. Podría decir, incluso, que esta es mi ciudad.

Y los úlitmos seres humanos partieron hacia el espacio....

Y los úlitmos seres humanos partieron hacia el espacio....

 Lugar: Granada, calle Conde de Tendillas 

"... Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños."

Ray Bradbury

La resaca

La resaca

     Lugar: Lisboa, Rua da Trinidade

     ...Y cuando despertó, el cuervo aún estaba allí.

    "What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore

     Meant in croaking Nevermore"
 

Los negocios de papá

Los negocios de papá

Lugar: Granada, calle Buen Suceso

 "...ganará voluntades para sí tanto en los altos consejos del enemigo como entre el populacho, sobornando a los ricos con las promesas de mayores riquezas y comprando a los pobres con palabras ardientes. Al contrario de lo que se cree, son los ricos los que más codician la riqueza; en cambio es posible adueñarse de los hombres de la plebe hablándoles de la libertad, su dios desconocido. Tanto les encantan palabras tales como libertad, independencia y otras semejantes, que el sabio puede llegarse a los pobres, robarles lo poco que posee, despedirlos de un puntapié y ganar para siempre sus corazones y sus votos, tan sólo si les asegura que el trato que les ha dado se llama libertad. "

Arthur Machen, El Terror, 1917

Las otras vidas

Las otras vidas

Lugar: Lisboa, Travessa da Trinidade

Hoy hace setenta y dos años que murió Pessoa, a los cuarenta y siete, en Lisboa. Queremos dejar un pequeño homenaje:



Al volante de un Chevrolet, por la carretera de Sintra,
al claro de luna y al sueño, por la carretera desierta,
conduzco solo, conduzco casi divagando, y un poco
me parece, o trato de que me parezca,
que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin haber dejado atrás Lisboa, o Sintra a la que llegar,
pero allá sigo yendo: ¿Que otra cosa puede hacer alguien que solo sabe proseguir?

Voy a pasar la noche a Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
pero, cuando llegue a Sintra, lamentaré no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre
esta angustia excesiva del espíritu por nada,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida...

Maleable a mis movimientos subconscientes en el volante,
me obedece el auto que me prestaron.
Sonrío del símbolo al pensarlo y girar a la derecha.
! En cuántas cosas que me prestaron sigo al mundo !
! Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías !
! Cuánto de lo que me prestaron -ay de mí- soy yo mismo!

A la izquierda una casucha - sí, una casucha - al borde de la carretera.
A la derecha el campo abierto, como la luna a lo lejos.
El automóvil, que parecía hace poco darme libertad,
ahora es una cosa donde estoy encerrado,
algo que solo puedo conducir por estar encerrado en él,
y que solo domino sí me incluyo en él, sí él me incluye.

A la izquierda, allá atrás, la casucha modesta, más que modesta.
La vida allí debe ser feliz, sólo porque no es mía.
Si alguien me vio desde la ventana de esa casucha, soñará: aquél sí qué es feliz.
Quizá para el chico que espiaba desde los cristales del altillo
quedé (con este automóvil prestado), como un sueño, un hada real.
Quizá para la muchacha que miró, al escuchar el motor, por la ventana de la cocina
yo posea algo del príncipe que tiene todo corazón de muchacha,
y me mirará de reojo, por los cristales, hasta que desaparezca en una curva.

¿Dejaré sueños detrás de mí, o es el automóvil el que los deja?
¿Yo, conductor de automóviles prestados, o el automóvil prestado que conduzco?

En la carretera de Sintra, a la luz de la luna, en la tristeza, ante los campos y la noche,
conduciendo desconsoladamente un Chevrolet prestado,
me pierdo en la carretera futura, desaparezco en la distancia que alcanzo,
y, en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible
acelero...

Pero mi corazón se quedó en ese terraplén que esquive, al verlo sin verlo,
a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, mas exacto que la vida.

En la carretera de Sintra, cerca de la medianoche, a la luz de la luna, al volante,
en la carretera de Sintra, ¡qué cansancio de mí propia imaginación!,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí ...


5-5-1928

Este poema pertenece al heterónimo de Pessoa Álvaro de Campos.

Tiempo de buscar setas

Tiempo de buscar setas

Lugar: Salamanca, calle Juan del Rey.

Ha llegado tarde, pero ya está aquí. Al final, el otoño siempre acaba llegando.

Hay un recuerdo que me viene siempre que aparecen los primeros fríos, mi gran recuerdo de otoño:

Está lloviendo, y las hojas de los plátanos cubren todo el suelo mientras yo avanzo, rápido, con ilusión, por la ribera del Genil, hacia la biblioteca. El olor es el mismo que aparece siempre en noviembre, el de las hojas mojadas. Hace mucho frío y en mis pies tengo la sensación más maravillosa del mundo: saber que mis botas de agua están empapadas, pero mis calcetines secos. Al entrar en la bibioteca, pequeña como un vagón de tren, me quito el ánorak. Busco en el fichero de autores y apunto el título, referencia y código en el impreso. Me acerco al mostrador y entrego el papel; ahora sólo falta esperar a que suban el libro por el montcargas. Es una espera ilusionada, disfrutando del calor de la biblioteca mientras fuera el agua lo domina todo.

Recuerdo que tuve que esperar mucho, más de lo acostumbrado, pero no me importó. Al fin, después de más de media hora, obtuve mi premio: "Los tres mosqueteros", Alejandro Dumas. Fue mi primer contacto con la Literatura con mayúsculas. Había leído ya mucho, es verdad, pero aquel fue un nuevo comienzo.

Para mí los otoños son los de Granada, con el frío, las castañas, el olor de las hojas de los plátanos de paseo mojadas por la lluvia. Aquí también llega, pero los pinos y los eucaliptos son árboles siempre cálidos. Ya se va noviembre, pero aquí no huele a frío, aquí no hay manzanas doradas. Es otoño, pero aquí todo es azul.

Gracias a A.L. por la foto

 

Sweet dreams

Sweet dreams

Lugar: Cádiz, Calle del silencio.
Claro que caben. Ese es el problema, que caben en cualquier sitio. Vayas donde vayas, los llevas, nunca te sueltan. Yo una vez soñé, incluso, dejar de tener sueños.
En cualquier bolsillo, en cualquier pliegue o resquicio cabe un sueño. Pero no son ligeros. Los sueños pesan hasta el dolor. Algún día, me abriré por dentro y de mí saldrán miles y miles de pequeños sueños, pesados como el basalto. Y cuando rueden por las calles aplastando todo lo que encuentren a su paso, mi cuerpo flotará, ingrávido y libre...

Gracias a Lola por la foto

Una carrera prometedora

Una carrera prometedora

Lugar: Lisboa, Rua das Gavéas 

A lo mejor os estáis preguntando qué es lo que aparece en la plantilla. Pues es una estrella. Sí, ¿por qué no?. Los que no sabemos dibujar necesitamos mucho de la imaginación de los demás. Y los que no sabemos esculpir, ni bordar, ni cantar... En fin, que estamos hartos de ese ¿y eso qué es?, que tanto nos han preguntado una y otra vez en el colegio a la vista de nuestras obras. Yo vi el cielo abierto el día que aprendí la palabra "abstracto". Desde ese momento me limité a llenar de colores mezclados folios y folios, y así era como pasaba las horas de plástica en el colegio. Fui la única a la que no le colgaron ni un solo dibujo en el corcho en los ocho años de EGB. Y qué decir de la escultura... una vez tuvimos que hacer una figura con jabón Lagarto. Mi compañera, llena de habilidades (hizo una vez unas rosas de punto de cruz mientras que yo sólo acerté a bordar lo que acabé por llamar "marcianos") esculpió un autobús. Pero un señor autobús. Había hasta gente que salía por las ventanas. ¿Y qué hice yo? Bueno, mi idea inicial era hacer un oso. Pero me pasé cortando con el cuchillo, así que pensé que mejor sería hacer una foca. Pero seguí cortando y cortando. Después de pasar por un proyecto de paloma y de persona, acabé tallando una bola. Sí señor, una esfera, como siete veces menor que la pastilla de jabón inicial. Al final, para que pareciera algo menos fría, decidí ponerle un par de ojos.

Y lo más increíble: cuando llegué al primer instituto en el que di clase, estuvieron a punto de ponerme a dar clase de tecnología. Habría sido un espectáculo de lo más curioso, yo allí cortando tablas llenas de bocados y raspones y mientras los alumnos matándose con las seguetas. La pregunta que se me ocurre es: ¿por qué hay personas que no tenemos ninguna habilidad manual? ¿Qué quería la evolución hacer con nosotros, allí, muertos de frío en la cueva sin saber cortar la carne, ni encender el fuego?. ¿Qué quiere de nosotros la vida moderna, sin saber aparcar bien y sin saber orientarnos?. Definitivamente, estamos perdidos.

Despertad

Despertad

Lugar: Lisboa, Praça Figueira

Y llegará el momento, llegará una noche, en la que nosotros despertaremos mientras los demás siguen dormidos, saldremos a la calle y caminaremos, con paso ligero, hacia un mismo lugar. Allí nos reconoceremos los unos a los otros aunque nunca antes nos hayamos visto. Los extraños, los que fuimos siempre unos extranjeros, sabremos que por fin estamos rodeados de los nuestros, que no volveremos a estar solos. Mientras los demás duermen, caminaremos sin fin y, a la mañana siguiente, un viento fuerte soplará por todas las ciudades, en todos los campos. Y ya nada volverá a ser como era.

Cuando por milésima medianoche hayamos desesperado de que alguien así llegue jamás de parte alguna, llegará ella, el cabello flotando al viento y el ceño fruncido, la mano ya junto a la boca para gritar al oido de nuestras almas: Despertad.

(John Crowley)

El caso es existir

El caso es existir

Lugar: Madrid, calle Claudio Coelho

A alguien se le ocurrió que era apropiado hacer esta encarecida recomendación. A instancias gubernamentales o privadas, se nos insta a hacer ejercicio, a leer, a no discriminar a nadie o a cuidar que  nuestros amados hijos pequeños no jueguen a ser Mr Bean. Sería curioso ver uno de esos ñoños formatos televisivos fomentando que el buen ciudadano se ponga a pensar. ¿A pensar sobre qué? Pues dado el nivel competencial de partida, viene bien cualquier cosa. Es como las campañas de fomento de la lectura. Bastante con que se logre que se lea algo, no vamos a ponernos quisquillosos porque eso incluya a Dan Brown, Jiménez Losantos, Iker Jiménez, Adolf Hitler o a Jaime Peñafiel. Todo eso se lee, ¿no? Pues asunto zanjado. Con este panorama, decimos que estamos ante una persona que piensa si, por ejemplo, nos habla sobre el nacionalismo de regiones que representan el 0,03% de la población mundial, o dice falacias del tipo "Soy amigo de mis amigos", "Es la excepción que confirma la regla" o "En la vida hay que probarlo todo" (amputarse un pie, por ejemplo). Para qué más, pensar no es publicitario. Imaginemos un programa que se llamase "Mira quien critica a Hegel". Pensar no luce. A alguien que canta o toca un instrumento le decimos "Márcate algo". Sería gracioso estar con NVF, filósofo, y decirle "Illo, piénsate algo".